A lo largo de
la historia, la cartografía, una actividad ejercida por profesionales que
tenían los
conocimientos y el acceso a los recursos y técnicas necesarias, ha sido un
instrumento al
servicio de las instituciones y grupos dominantes, como uno de los
mecanismos
fundamentales para el ejercicio de su poder y el control social. Sin embargo,
“al margen de
lo que podríamos considerar como unas prácticas cartográficas
hegemónicas,
minoritarias, elitistas, al servicio del poder y/o de la ciencia”, emergieron
cartografías
alternativas, “heterogéneas, radicales, tácticas, ciudadanas, participativas,
colaborativas,
ambiguas, abiertamente subjetivas, cotidianas” (Freire y Villar, 2010).
Aparecido en
la década de los 90, el movimiento conocido como cartografía crítica, con
raíces en la
geografía humana así como entre los mismos profesionales de Sistemas de
Información
Geográfica (SIG), busca romper con el sistema de mapeo tradicional y
destapar las
estructuras ocultas de poder social gracias a estrategias de investigación
que prioricen
las prácticas reflexivas, interactivas y colectivas. Plantea construir mapas
sobreponiendo
a representaciones convencionales y hegemónicas, informaciones y
saberes
populares, invisibles o invisibilizados por relatos dominantes. De esta manera,
fomenta la
articulación de miradas, prácticas, problemáticas y formas de resistencia
heterogéneas
sobre un mismo espacio geográfico. Es decir, aspira a desempeñar una
función
crucial en la promoción del cambio social así como en los procesos de
empoderamiento
y apropiación del espacio por parte de la ciudadanía.
El concepto
tradicional de cartografía como estudio, producción, gestión y representación
de información
geográfica a través de mapas geográficos, territoriales etc., se ha
renovado y
revolucionado durante las últimas dos décadas.
El
advenimiento de las nuevas tecnologías, y en particular la aparición de la web
2.0 -
que permite a
cualquier usuario ser actor de la concepción, construcción y difusión de
contenidos, de
manera colaborativa, voluntaria y coordinada -, ha impulsado la evolución
del mapeo
hacia la neocartografía, o cartografía 2.0. La combinación entre la cartografía
tradicional,
la investigación en imaginería y el desarrollo de instrumentos en línea,
sencillos,
gratuitos y muy enfocados en el usuario final y en la integración de un tejido
social, ha
ampliado considerablemente la capacidad de creación y publicación de mapas.
Esta
'democratización' de los SIG así como la importante oferta de información
geográfica,
favorecieron la proliferación de una multitud de aplicaciones temáticas y
sectoriales y
abrieron nuevas posibilidades de organización y trabajo para distintos
sectores de la
sociedad. El ejercicio de mapeo crítico, participativo y colectivo, puede
tener varios
niveles de acción, desde la creación artística a la acción directa para la
formulación de
políticas, que se suman y se complementan, con el objetivo de promover
el cambio
social.
Es en esta
dirección que el ODG impulsó el proyecto participativo y comunitario MCA,
tanto para
favorecer el empoderamiento de las organizaciones en resistencia como para
fortalecer las
percepciones de relaciones de poder asimétricas, desigualdades sociales y
anticooperación
en la relación Sur Global - Norte Global.
Fuente: Atlas de la
anticooperación española en los países
del Sur
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