Un grupo de consumo está formado por productores y consumidores. Su finalidad es llevar a cabo la venta directa de alimentos del productor al consumidor, evitando así los intermediarios. Dentro del grupo de consumo, los consumidores tienen acceso a productos frescos y de temporada por un precio justo.
Pero un grupo de consumo no es simplemente un “mercado” privado ya que, ante todo, se trata de un grupo de personas unidas por unos mismos intereses. Estos intereses suelen ser desde el fomento de la economía local hasta la salud o la necesidad de consumir unos productos de confianza.
Un grupo de consumo se basa en la confianza que transmiten los productores a los consumidores, y viceversa. Conocer a quien ha cultivado tus manzanas o tus espinacas eintercambiar experiencias y opiniones con él aporta un valor añadido al hecho de consumir.
Leer artìculo de Esthuer Rivas "Otro modelo de consumo" para màs informaciòn:
Leer artìculo de Esthuer Rivas "Otro modelo de consumo" para màs informaciòn:
Los casos de gripe porcina, pollos con dioxinas,
vacas locas y gripe aviar han encendido las luces de alarma sobre el impacto
del actual modelo agroalimentario globalizado. Cada vez son más las personas
que se preguntan a dónde conduce este modelo de alimentación deslocalizado,
industrial, intensivo, kilométrico, que antepone los intereses económicos y
empresariales a las necesidades alimenticias, al bien público y comunitario, al
respeto a la naturaleza.
La preocupación por el actual modelo agroalimentario y el ímpetu en la construcción de alternativas en los territorios a raíz del movimiento altermundialista son dos de los elementos que explican el auge de los grupos de consumo agroecológico. Se trata de experiencias que agrupan a nivel local a personas que buscan promover otro modelo de consumo: de proximidad, ecológico y estableciendo unas relaciones directas entre consumidor y productor.
Los primeros grupos en España surgieron a finales de los ochenta y principios de los noventa, pero no fue hasta hace unos cinco años que estos tuvieron un crecimiento importante. En cifras totales, se trata de experiencias en las que participa un número reducido de personas, pero la tendencia va en aumento, lo que demuestra una voluntad de llevar a cabo un consumo que sea solidario con el campo, con criterios sociales y medioambientales y basado en la autogestión.
A pesar de compartir unos elementos comunes, existe una gran variedad de modelos organizativos, de relación con el campesino, de formato de compra, etc. En España encontramos, por un lado, aquellos grupos de consumo que integran en su seno a consumidores y a productores, en la que los primeros garantizan la compra de la producción anticipadamente, colaboran algunos días al año en la finca y comparten beneficios y pérdidas. Por otro lado, la mayoría se trata de grupos integrados únicamente por consumidores, quienes establecen una relación directa con uno o varios campesinos.
En lo que respecta a la compra, hay modelos donde el consumidor puede escoger aquellos productos de temporada que desee y otros que perciben cada semana una cesta cerrada con frutas y verduras de la huerta. Otro elemento que distingue a unos grupos de otros es su grado de profesionalización. La mayoría funcionan a partir del trabajo voluntario, aunque hay algunas iniciativas que cuentan con personas asalariadas.
La crisis en la que se encuentra el sector agrario y las dificultades para acceder directamente a los consumidores, con una ley de márgenes poco transparente y que sitúa el diferencial medio entre el precio en origen de un producto y en destino en casi un 500%, beneficiando principalmente a la gran distribución, ha llevado a los agricultores a buscar alternativas y evitar intermediarios.
La multiplicación de estas experiencias plantea una serie de oportunidades para desarrollar otro modelo de consumo desde lo local, recuperando el derecho a decidir sobre cómo, cuándo y quién produce lo que se consume, que los bienes naturales, agua, tierra y semillas, estén en manos de quienes trabajan la tierra y que no sean privatizados ni mercantilizados. Es lo que el movimiento internacional de La Vía Campesina ha llamado derecho a la soberanía alimentaria. Frente a un modelo de agricultura intensiva e industrial que calienta el planeta y que genera hambre, es necesario apostar por una agricultura local, sostenible, en manos del campesinado familiar capaz de alimentar al mundo y enfriar la Tierra.
El gran reto es cómo llegar a más gente, hacer estas experiencias viables, mantener unos principios de ruptura con el actual modelo agroindustrial, seguir vinculadas a una producción y a un consumo local y rechazar los intentos de cooptación y el marketing verde. La tarea no es nada fácil.
Las cooperativas y los grupos de consumo tienen que aliarse con otros actores sociales (campesinos, trabajadores, mujeres, ecologistas, ganaderos, pescadores…) para cambiar este modelo agroalimentario, pero a la vez deben ir más allá y participar en espacios amplios de acción y debate como foros sociales, campañas, plataformas… para conseguir un cambio de paradigma.
La lógica capitalista que impera en el actual modelo agrícola y alimentario es la misma que afecta a otros ámbitos de la vida: la privatización de los servicios públicos, la especulación con el territorio y la vivienda, la deslocalización empresarial, la precariedad laboral, etc. Cambiar este sistema agroalimentario implica un cambio radical de paradigma y la crisis múltiple del capitalismo en la que estamos inmersos lo pone claramente de manifiesto.
La preocupación por el actual modelo agroalimentario y el ímpetu en la construcción de alternativas en los territorios a raíz del movimiento altermundialista son dos de los elementos que explican el auge de los grupos de consumo agroecológico. Se trata de experiencias que agrupan a nivel local a personas que buscan promover otro modelo de consumo: de proximidad, ecológico y estableciendo unas relaciones directas entre consumidor y productor.
Los primeros grupos en España surgieron a finales de los ochenta y principios de los noventa, pero no fue hasta hace unos cinco años que estos tuvieron un crecimiento importante. En cifras totales, se trata de experiencias en las que participa un número reducido de personas, pero la tendencia va en aumento, lo que demuestra una voluntad de llevar a cabo un consumo que sea solidario con el campo, con criterios sociales y medioambientales y basado en la autogestión.
A pesar de compartir unos elementos comunes, existe una gran variedad de modelos organizativos, de relación con el campesino, de formato de compra, etc. En España encontramos, por un lado, aquellos grupos de consumo que integran en su seno a consumidores y a productores, en la que los primeros garantizan la compra de la producción anticipadamente, colaboran algunos días al año en la finca y comparten beneficios y pérdidas. Por otro lado, la mayoría se trata de grupos integrados únicamente por consumidores, quienes establecen una relación directa con uno o varios campesinos.
En lo que respecta a la compra, hay modelos donde el consumidor puede escoger aquellos productos de temporada que desee y otros que perciben cada semana una cesta cerrada con frutas y verduras de la huerta. Otro elemento que distingue a unos grupos de otros es su grado de profesionalización. La mayoría funcionan a partir del trabajo voluntario, aunque hay algunas iniciativas que cuentan con personas asalariadas.
La crisis en la que se encuentra el sector agrario y las dificultades para acceder directamente a los consumidores, con una ley de márgenes poco transparente y que sitúa el diferencial medio entre el precio en origen de un producto y en destino en casi un 500%, beneficiando principalmente a la gran distribución, ha llevado a los agricultores a buscar alternativas y evitar intermediarios.
La multiplicación de estas experiencias plantea una serie de oportunidades para desarrollar otro modelo de consumo desde lo local, recuperando el derecho a decidir sobre cómo, cuándo y quién produce lo que se consume, que los bienes naturales, agua, tierra y semillas, estén en manos de quienes trabajan la tierra y que no sean privatizados ni mercantilizados. Es lo que el movimiento internacional de La Vía Campesina ha llamado derecho a la soberanía alimentaria. Frente a un modelo de agricultura intensiva e industrial que calienta el planeta y que genera hambre, es necesario apostar por una agricultura local, sostenible, en manos del campesinado familiar capaz de alimentar al mundo y enfriar la Tierra.
El gran reto es cómo llegar a más gente, hacer estas experiencias viables, mantener unos principios de ruptura con el actual modelo agroindustrial, seguir vinculadas a una producción y a un consumo local y rechazar los intentos de cooptación y el marketing verde. La tarea no es nada fácil.
Las cooperativas y los grupos de consumo tienen que aliarse con otros actores sociales (campesinos, trabajadores, mujeres, ecologistas, ganaderos, pescadores…) para cambiar este modelo agroalimentario, pero a la vez deben ir más allá y participar en espacios amplios de acción y debate como foros sociales, campañas, plataformas… para conseguir un cambio de paradigma.
La lógica capitalista que impera en el actual modelo agrícola y alimentario es la misma que afecta a otros ámbitos de la vida: la privatización de los servicios públicos, la especulación con el territorio y la vivienda, la deslocalización empresarial, la precariedad laboral, etc. Cambiar este sistema agroalimentario implica un cambio radical de paradigma y la crisis múltiple del capitalismo en la que estamos inmersos lo pone claramente de manifiesto.
¿Cómo crear un Grupo de Consumo
ResponderEliminarde alimentos ecológicos?
1º paso: reúne un grupo de gente
Un número óptimo, para empezar, suele ser juntar 10
casas, aunque a veces con 5 basta. El tamaño del grupo
debe fijarse en relación con el pedido mínimo que puede
hacer rentable la distribución, y también con la facilidad
que tengáis para organizaros. También es importante,
por ejemplo, considerar el espacio que tenéis para recibir
los productos.
2º paso: acordad la forma del grupo
A veces los/as productores/as os sugerirán la forma de
organizar los pedidos, pero si no, lo tendréis que pensar
vosotr@s. También tenéis que pensar otras cosas: ¿cada
cuánto tiempo queréis recibir los alimentos? ¿cómo vais
a organizar el reparto entre las distintas casas? ¿y los
pagos? ¿quién se comunica con los/as productores/as?
¿queréis agricultura ecológica certificada, u os vale
con conocer de primera mano la finca y las formas de
producción?
3º paso: buscad productores/as por vuestra zona
Para ello podéis hablar con otros grupos de consumo
que conozcáis, con asociaciones de agricultores/as ecológicas de vuestra zona, o con el grupo de Ecologistas
en Acción que encontréis más cerca. Normalmente,
los grupos empiezan pidiendo producto fresco (frutas
y hortalizas), que se consume de forma más cotidiana,
y más tarde buscan otros productores: pan, aceite,
huevos...
4º paso: acordad un sistema de pedido, reparto
y pagos
Primero deberéis tener claro dónde vais a recibir los
alimentos. Después reuniros con los/as agricultores/as
(si es en su finca, ¡mucho mejor!) y poneros de acuerdo
en el día y la hora de reparto, y en cómo y cuando vais a
realizar pedidos (por Internet, por teléfono...) y pagos (a
la semana, al mes, en mano, por transferencia...)
Cada vez es más fácil acceder a los alimentos ecológicos.
ResponderEliminarPero te proponemos que organices un Grupo de Consumo
de alimentos ecológicos que compra directamente a los/as
productores/as, por varias razones:
- Eliminamos intermediarios que elevan el precio de
los alimentos de forma innecesaria. De esa forma, el/
la agricultor/a recibe un precio justo, y los/as consumidores/as pagamos un precio justo.
- Tenemos la posibilidad de conocer directamente a
los/as agricultores/as: la forma en que trabajan, las problemáticas que les afectan, las distintas posibilidades
de colaboración entre producción y consumo...
- Conocemos a otra gente de nuestro barrio o pueblo,
fortaleciendo lazos entre vecinos/as y disfrutando de
realizar actividades saludables en compañía.
- Conseguimos mantener formas de vida dignas y sostenibles: mantenemos un medio rural vivo y sostenible,
cerca de los núcleos de mayor tamaño, y contribuimos
así a mantener la Naturaleza y al equilibrio territorial.
Los alimentos locales
Consumir alimentos cultivados en las cercanías de nuestro
lugar de residencia permite mantener un medio rural vivo.
Además, al reducir distancias de transporte eliminamos
gasto de petróleo y obtenemos alimentos más frescos.
Los alimentos de temporada
Consumir alimentos de temporada nos asegura que los
alimentos son frescos y están cosechados maduros. Por lo
tanto, son más saludables y sabrosos. Además así nos aseguramos de que no están cultivados en el otro hemisferio,
o en invernaderos muy forzados y poco sostenibles.
Por ejemplo: los tomates y pimientos se dan en verano,
y en invierno hay coles, puerros y alimentos que se conservan bien desde el verano, como la patata, la cebolla o
la calabaza.
Y esto no quiere decir que nuestra alimentación sea poco
variada, porque en cada época del año hay diversos alimentos, ¡y además nuestro cuerpo está adaptado desde
hace miles de años a esta estacionalidad!