Mediante estas monedas sociales se pretende conseguir relaciones económicas igualitarias y basadas en el trabajo real. La moneda social se crea y se destruye por y en función de la actividad económica real que se dan entre las entidades y personas participantes.
Es una moneda local, que no produce intereses y que no tiene sentido acumular. Esto elimina la posibilidad de especular con ella y facilita una alta rotación de la misma, aspecto que favorece los intercambios internos. En este sentido, nunca hay escasez de moneda, sino que existe tanta como riqueza o trabajo real existe en el Mercado Social.
Por tanto, es una moneda que se crea de forma democrática, descentralizada y comunitaria, lo que permite consolidar y potenciar economías locales basadas en la cercanía y el conocimiento mutuo.
Nuestra moneda social no tiene una representación física (billetes o similar). Los intercambios en moneda social se realizan a través de procedimientos electrónicos mediante una interfaz web en la que cada usuario dispone de una cuenta propia en moneda social.
“Imagínate que vas a comprar una caja de 40 cafés de comercio justo a un proveedor A, cuesta cien euros y te hacen un descuento del 10% en boniatos. La primera compra que haces la pagas completa en euros,10% de descuento se hace efectivo en moneda social: tu cuenta de moneda social se queda en +10 y la del proveedor A en -10. Luego compras una formación en educación ambiental de cien euros a un proveedor B que acepta como límite en cada compra diez boniatos. Le das 90 euros y diez boniatos, y tu cuenta se queda a cero. Si luego el proveedor B quisiera comprar una caja de café al proveedor A, podría pagar 90 euros y diez boniatos”.
Moneda social es un término que poco a poco comienza a oírse con más frecuencia aunque la información que nos llega suele ser muy difusa, poco clara. ¿Es anarquía, utopía, autosuficiencia…? ¿O es, por el contrario, una realidad tangible y que deja de lado ideologías y se centra en el día a día de las personas?
¿En qué consiste?
La moneda en
un sentido tradicional ha venido siendo desde antiguo el medio de
intercambio económico de facto. Desde hace más de dos milenios y medio
ha mostrado innumerables ventajas pero también una serie de
inconvenientes que cobran una gran relevancia hoy en día: deja de lado
la vertiente humana y social de la solidaridad y la reciprocidad.
Una moneda
social no pretende anular o sustituir a la moneda tradicional sino
desarrollar los aspectos sociales positivos que ésta no puede (y
desvincular la economía local del concepto de moneda como riqueza en sí
misma, monopolizada por los bancos centrales y grandes oligopolios
económicos).
Por su misma esencia presenta una característica
fundamental y que la distingue completamente de la moneda tradicional:
fomenta unos lazos muy fuertes entre los productores, compradores y
consumidores de los productos locales; involucra a todos los agentes
sociales en el desarrollo de las actividades económicas de la zona ya
que aquello que beneficia a uno, beneficia al resto. Reafirma la
identidad local, el sentimiento de formar todos parte de un mismo
colectivo, la sinergia.
¿Cómo funciona?
A nivel
local, se promueve el uso de esta moneda alternativa para el pago de
bienes y servicios locales. Por lo general se fomenta el pago de un
porcentaje variable en moneda social de aquellos bienes que son
generados dentro del ámbito de aplicación de la moneda (por ejemplo,
será muy difícil su utilización en una gasolinera o en una oficina de
correos pero mucho más factible en una panadería o cooperativa agrícola
local). Esta moneda social conllevaría un pequeño descuento tanto en los
pagos como en su adquisición con moneda tradicional para potenciar su
utilización.
De este
modo, al utilizar la moneda social, se estaría fomentando y abaratando
el consumo de bienes y servicios locales, movilizando y priorizando por
lo tanto la economía de la zona.
¿Y no podría suceder lo mismo que con la moneda tradicional, que se acumule y se especule con ella?
Difícilmente.
La moneda social sólo tiene valor cuando se utiliza para intercambiar
bienes y servicios. Acumular una gran suma de moneda local no sirve
prácticamente para nada puesto que su valor real no viene de su acúmulo
sino de su idoneidad para la realización de microtransacciones
cotidianas. Una persona pagará parte de su comida en un bar de la zona,
un queso o unos arreglos de ropa con esta moneda complementaria pero
nunca podrá realizar grandes operaciones financieras con ella. Esto
permite que la moneda social mantenga un valor más o menos constante,
ajustado a la realidad y que beneficia, por tanto, a los colectivos más
sensibles económicamente ya que mantienen controlado su poder
adquisitivo de bienes básicos.
¿Y es posible ponerla en práctica o es papel mojado?
Es difícil
que las monedas sociales que ya se utilizan en los lugares más pequeños y
remotos tengan mucha visibilidad. Esto no es algo bueno ni malo; no
necesitan publicitarse ni conocerse fuera de su ámbito local de
utilización sino funcionar a nivel local. No existe, por tanto, un censo
fiable de su distribución y utilización pero según algunas fuentes se
habla de más de cinco mil distribuidas por todo el mundo.
En España la
utilización de monedas sociales se concentra, sobre todo, en dos
grandes zonas geográficas: Catalunya (casi todas integradas en las redes
de Ecoxarxes) y Andalucía, aunque van apareciendo paulatinamente por
todo el territorio español.
Más información en: http://www.konsumoresponsable.coop/mercado-social-madrid/como-funciona-la-moneda-social
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