Permacultura, ecoloxía, movimientos sociales, contrainformación, dreitos del home, cultura y muito más visto desde un pequeiñu güertu de Senabria sobre os llizaces del mundu rural, indixenista, llibertariu y ancestral
Permacultura, ecologìa, movimientos sociales, contrainformaciòn, derechos humanos, cultura y mucho màs visto desde un pequeño huerto de Sanabria sobre las bases del mundo rural, indigenista, libertario y ancestral

SI TODOS LOS BOSQUES SE QUEMARAN, ¿DÓNDE TENDRÍAN LUGAR LOS CUENTOS?

Una vez leí "Si todos los bosques se quemaran, ¿dónde
tendrían lugar los cuentos?". Me encantan los cuentos. Llenos de aventuras,
animales, niños felices y viajes. Y me gustan sus alegres personajes. Sin
embargo, en esta ocasión, Caperucita estaba apenada. Miraba a su alrededor
y no reconocía su bosque. Sus castañeiros, sus carballos. Hasta el llobu que
estaba a su lado tenía las orejas gachas y aullaba con un gemido que
destrozaba el ánima. Poco a poco fueron chegando otros personajes. Hánsel y
Gretel que alcontraron el camino sin necesidad de seguir las miguitas. Bambi,
que por desgracia ya conocía las consecuencias del incendio de cuando era un
pequeño cervatillo. David el gnomo con su raposo y su familia. Las hadas del
bosque, campanilla, varios animales y hasta el cazador de Blancanieves con
los pies arrastrando por la impotencia.
Y ahora ¿Qué? ¿Qué iban a hacer ellos sin su bosque? Todo prieto y cernada.
Aquel concejo era para decidir su futuro ¿Dónde tendría lugar los cuentos?
Podrían ser en las cuadras o en las corralas. Los humanos solían cuidarlos
bien. Las limpiaban y nunca les prendían fuego.
Aunque en algunas los animales vivían hacinados.
Pero las cuadras ya eran el lugar de muchos otros cuentos y a los
protagonistas de nuestros cuentos les gustaba la libertad.
Podrían ser en el agua, en el mar o en nuestro magnífico lago. A los humanos
les gustaba bañarse y pasarlo bien en ellos.
Aunque también los contaminaban y los llenaban de plásticos.
Pero el mar ya era el hogar de muchos otros cuentos de piratas y sirenas y
algunos protagonistas de nuestros cuentos no sabían nadar.
Podría ser en lo alto de las montañas, como Peña Trevinca, donde la nieve
cubría las cumbres y apenas hay vegetación que pudiera hacer borrallos.
Muchos humanos la cuidaban como si fuera su hogar.
Aunque otros también tiraban mucha basura.
Pero las montañas era el hogar del Yeti y de Papa Noel y algunos
protagonistas de nuestros cuentos no aguantarían el frío. 
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Podría ser el arco iris, pero no sabían cómo llegar, incluso castillos y cuevas
pero todos esos lugares ya tenían sus parvoletas, fantasmas, caballeros y
princesas de sus cuentos propios.
Si no podían buscar otro hogar, ¿Por qué no enseñar a los humanos a cuidar el
bosque como antaño? A sentirlo suyo, parte de ellos su hogar, su alimento y su
diversión.
Y de esta forma se pusieron manos a la obra. Por la mañana cada personaje
fue a una casa donde habitaba un cotomino o a una escuela donde los rapaces
aprendían las letras, los números o a cuidar de la naturaleza, como el cole del
Monte Gándara. Allí encetaron su objetivo. Los niños estaban entusiasmados.
Los mismísimos personajes de los cuentos estaban en su casa y en su aula.
En primer lugar llevaron semillas y árboles para plantar. El bosque tendría que
volver a ser verde. Los niños fueron con palas, regaderas y otros aperos a
plantar todas las semillas. Carballos, castañeiras, uzes, faleitos, cantreixos
umeiros y muchas otras plantas. El bosque había quedado precioso y tupido.
Ya volvían a tener hogar. Ahora tendrían que enseñarles a amarlo y cuidarlo.
Lo mejor que sabían hacer nuestros protagonistas era jugar. Y decidieron jugar
al escondite. De repente salía un corzo entre los troncos. Un pequeño teijo se
esfurracaba en su madriguera, los ruidosos xabalíes dejaban pistas en el suelo
con sus focicos. El llobu miraba desde lo alto sin verse... Los niños estaban
radiantes. Los animales y nuestros protagonistas eran muy juguetones y
decidieron que siempre, siempre, siempre jugarían a este juego pasase el
tiempo que pasase, aunque esos pequeños crecieran y se convirtieran en
adultos.
Pero también jugaron a otros juegos, como el “Buscasetas” Si estaban lejos de
una seta decían "Fríooooooo" y si se acercaban gritaban "Calienteeeeeee". Y
decían con voz cantarina aquello de “cucurril, cucurril enséñame el carril” o
“triguera, triguera, enséñame la carrera”. De ese modo los niños aprendieron a
buscar y reconocer los maravillosos frutos del bosque, cucurriles, boletus,
senderuelas, etc.
También jugaron a adivinar olores. Olor a tormenta, a seta, a duende, a hada, a
romero y a escarcha. E incluso a apañar castañas que luego llevaron a sus
abuelos y asaron en el fundón como la antigua costumbre. Menudas
tragantalladas hicieron.
Tras todas estas actividades y juegos, los niños empezaron a sentir, cuidar y
amar el bosque. Quemarlo era como hacerse daño ellos mismos y a sus
personajes amados. Los personajes de los cuentos volvieron a tener su hogar y
a estar a salvo. E incluso se inventaron muchos otros cuentos en ese bosque.
Porque si cuidamos el bosque ¿Por qué buscar otro lugar para los cuentos?





María Almaraz

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