Eran tiempos de María Castaña cuando ocurrió esta historia, fue eiquí pero pudo ser ende.
En una noche de invierno fría, muy fría, vadía Juan Alpargata a casa de una touza que tenía en el souto de Piniella. Cuando agotado por el cansancio, antes de chegar a casa, decidió hacer un alto en el camino por la zambrea de trabajar que se había dado durante todo el día, haciendo teinadas de leña y después cargándolas sobre su llombo una tras otra, desde la touza al pueblo y del pueblo a la touza, así hasta que el sol transculó por el horizonte.
Aspacio espurrió en el suelo la treixa que amarraba la leña y velando al cielo, enguerriado con su triste vida. Ya no era un catonino, ni un mozo sino un anciano y más pobre que su nombre pues cada día en su moral solo había un taco de xixa, un zoquete que no llegaba a un fulincho del que ahora solo quedaban mollegas, una barrila de agua casi vacía.
Velando fijamente a la luna llena, que iluminaba los campos y los caminos de los paceiros, con desesperación en voz alta se fungaba sobre su larga y dura vida, pidiendo tan solo un deseo:
-¡Luna, vadem y trágame!
La luna lo veló con detenimiento, escudiñando hasta su última engurria de su cara, los pocos canteiros que le quedaban, su farraposa vestimenta y apiadándose de él, bajó y se lo llevó.
Desde entonces, cada vez que hay luna llena si velamos al cielo podemos ver la sombra abangada del tío Juan Alpargata y el haz de leña que portaba esgurrifada en los cráteres de la luna
José Montoro,
Bisabuelo Hnos. Bella Fernández
Mª Cruz Fernández Montoro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario