Permacultura, ecoloxía, movimientos sociales, contrainformación, dreitos del home, cultura y muito más visto desde un pequeiñu güertu de Senabria sobre os llizaces del mundu rural, indixenista, llibertariu y ancestral
Permacultura, ecologìa, movimientos sociales, contrainformaciòn, derechos humanos, cultura y mucho màs visto desde un pequeño huerto de Sanabria sobre las bases del mundo rural, indigenista, libertario y ancestral

Sueños de una noche de luna llena





Me despertó la luna, con esa luz cegadora de luna llena. Sentí en mis párpados su luz intensa que se cuela entre los manzanos entrando en la estancia y… Abrí los ojos.
 Sobre  el embozo de la sábana que me cubría, estaban mis manos, tenían un extraño tono azulado brillante, de pronto pensé, que en un color como ese no se notan las señales de las heridas y mi mano dolorida parecía casi perfecta, solo que al intentar moverla  me dolía intensamente.
De pronto pensé que tal vez la luna tuviera poder como en el influjo de las mareas y ejerciese  ese poder curando mi mano. Extendí los dedos todo lo que pude, que era bien poco  y se lo pedí con toda la fuerza de mi pensamiento…Cura mi mano, cura mi mano…
Algo ocurrió y sentí allí quieta, que mi otro yo, salía de la casa y caminaba descalza por la hierba del prado y miraba los destellos de la luna, como hipnotizada, después… Miré entre los árboles y me pareció ver una figura humana, me dirigí hacia ella, su cabeza estaba cubierta por un sombrero de paja y su cuerpo por una capa de color oscuro. Su cara no me resultó conocida, no se parecía a ninguna de las personas que vivían en el tiempo de mi niñez, pues nadie tenía esos surcos bajo los ojos, como de una persona que ha llorado mucho, pero su voz cuando me habló, me pareció que era la voz que siempre quise escuchar y que él tendría las respuestas.
 “No hables con desconocidos”, decía mamá cuando yo era niña, pero de pronto pensé que de aquella niña ya no quedaba nada.
Con una gran decisión le pregunté cuanto sabía de nuestra tierra, él me dijo que para que quería saberlo, le respondí: tal vez a nadie le importe como surgió este pueblo que se desploma poco a poco y cuyos moradores se fueron lejos y  muchos lo olvidaron para siempre, pero yo quiero saber quién colocó cada piedra que sujetan la tierra de sus huertos, quien puso profundos esos marcos, que señalan propiedades y esas paredes que delimitan las mismas, cómo se labró el monte y se convirtió en tierras fértiles, otros en prados para pastos, cómo era la alimentación y cómo distinguieron las estaciones y aprendieron a cultivar. Que regía sus vidas, tal vez el sol, la luna o las estrellas, hasta la llegada de profetas hablando de un Dios que habría de venir. Cómo organizaron la sociedad y los códigos de conducta y cómo festejaban los momentos de alegría y tantas y tantas cosas que reflejan una cultura que en menos de cincuenta años se ha perdido y apenas hay nada escrito para recordar.
 Él me miró con una gran tristeza reflejada en su rostro y me dijo: ¿porque quieres saberlo?… Miré mis manos y vi su color azulado y las vi tan vacías como en ese momento sentía mi alma y le dije que, yo pertenecía a esas generaciones que se fueron y dejaron que todo se perdiera.
 Acaso esa nueva vida no fue lo que queríais…
En cierto modo si, le respondí, pero le faltan raíces, uno necesita una identidad, saber que pertenece a algún lugar, a una cultura concreta, pero eso, yo solo lo siento aquí. Solo aquí siento la presencia del espíritu de esta tierra que es el que me ayudó a superar malas situaciones y siento que sin eso, no quiero ser nada.
Caminamos por esas calles  cuyas piedras sujetan los terrenos para que no se deslicen y yo señalé esas piedras que sobresalen a modo de peldaños y por las que tantas veces bajé con unas gavillas de ferraña al hombro o un cesto de berzas sin sujetarme a nada y nunca me caí. Esto, fue mucho trabajo, le dije, para dejar que se pierda. Él movió la cabeza asintiendo y añadió: yo sé cómo fue el pasado, y dudo que eso sirviera ahora, aquella estirpe de hombres y mujeres amaban lo que poseían aunque fueran migajas, valoraban cada día en que no perdieran algo, que de esos había muchos y se aferraban a la tierra como lo más preciado en sus vidas, para así mantener y cuidar de sus familias, el valor más tangible de cuanto poseían.
Esa estirpe de hombres y mujeres ya no existe, y yo, no sé cómo será el futuro. 
Si alguien amase de verdad esta tierra y lo que significa, tiene mucho por hacer, pero ahora, sería con otros medios más avanzados, pero no se podría olvidar de escuchar a la tierra y sentir su latido, saber distinguir las señales que la naturaleza pone para llegar a la sabiduría y así aprender a amarla de verdad, porque todo lo que ellos tuvieron sigue estando aquí.
 Y todo lo que quieres saber, también está aquí, solo tienes que mirar con los ojos del alma.

Desperté en mi lecho más cansada que de costumbre y un poco confundida, recordaba partes de mi sueño y pensé en esa niña que me tortura sin tregua; otra vez había tenido que ver con lo sucedido en la noche. Estiré mis pies fuera de la cama y vi sorprendida briznas de hierba pegadas en la blanca sábana y en el suelo, y mis pies estaban tan sucios como si hubiera pisado todas las cabatierras del prado y el burrayo de la lumbre.

Sueños de una noche de luna llena- Ines Camaro Sanchez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario