Era
Chaguaceda un pueblo sanabrés en las inmediaciones de Robleda. Con el paso del
tiempo y, como castigo divino, fueron desapareciendo sus habitantes diezmados
por la peste. Los pocos que quedaban vivos abandonaron el pueblo, llevándose
todas las imágenes de la iglesia, excepto una de San Pelayo, porque lo
consideraban el culpable de todas sus desgracias. Se refugiaron sus habitantes
en los pueblos vecinos de San Juan de la Cuesta y Cervantes, de modo que Chaguaceda se convirtió en un pueblo totalmente deshabitado. Sólo quedó un
habitante, que estaba ausente del pueblo cuando sus convecinos lo
abandonaron: era Chambón, de oficio ferraganchán, es decir, arreglador de
cacharros metálicos u hojalatero.
Chambón
quedó sorprendido al no encontrar a nadie cuando llegó de uno de sus viajes,
pero de repente le pareció oír unas voces y siguiendo el sonido de estas
lamentaciones llegó a la iglesia, donde San Pelayo le contó cómo el diablo
había hecho que los habitantes de Chaguaceda lo abandonaran por creer que él
pudo detener la peste y no lo hizo. El ferraganchán y San Pelayo decidieron
irse a vivir juntos a casa de Chambón y así poder dejar la puerta de la iglesia
abierta para no desairar a los peregrinos que pasaran por el pueblo. De esta
manera, ambos se hacían compañía y recorrían juntos la comarca solucionando el
problema de la soledad común.
Fuente: http://deromancesyleyendasporzamora.com/index.php/itinerario-de-las-rutas/tabara-y-sanabria/
Foto: Daniel Boyano Sotillo
Foto: Daniel Boyano Sotillo
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